
Amigas desde la infancia, Marta Pérez y Dolores Hernández se citaron para realizar una caminata y disfrutar de los atardeceres rojos que regala el mar Mediterráneo. El tema principal de la charla fue el que ocupa a casi todos en este momento: el coronavirus.
“Quiero recuperar mi vida. Hace casi un año que no trabajo. Siento que mis sueños se han quebrado y estoy inmersa en una profunda depresión”, confesó Dolores a su amiga al emprender el paseo.
Al poco tiempo añadió: “Ya sé que la gente se está vacunando, pero siento que esta pesadilla no acaba. No puedo dejar de pensar en tantos meses de encierro y me agobia la incertidumbre del futuro”.
Marta escuchaba a su amiga con mucha atención y asentía con la cabeza a cada rato demostrando interés por la conversación. De momento sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que socorrer a su amiga que se ahoga en un ataque de ansiedad.
Vacuna a prueba de todo
Esta es solo una historia, pero…, ¿cuántas más de este tipo podemos encontrar en las calles? No hay que esforzarse mucho para advertir en la mirada de las personas el miedo y la inseguridad con que afrontan el día a día.
Pese al uso obligatorio de la mascarilla, los ojos quedan expuestos y, hoy más que nunca, constituyen el reflejo del alma de los que viven en la oscuridad de la angustia.
Y es que el mundo ha cambiado en un año. Lo que se creía invulnerable, yace entre cenizas. Negocios a la quiebra, millones de desempleados y familias de luto conforman el testamento de 2020, y parte del presente año.
¿Cuándo acabará todo?, es la pregunta de la mayoría. Sin embargo, esta va más allá del regreso a la supuesta “normalidad”, pues un negocio se puede levantar, una empresa se puede reinventar y, por supuesto, nuevos proyectos nacerán; pero ¿cómo inmunizar nuestra mente contra lo negativo después de experimentar tanto dolor y frustración?
Una tarea difícil, que a unos les contará más que a otros. No obstante, solo una mente sana podrá conducirnos a un futuro mejor, o por lo menos al sueño de poder alcanzarlo.