Selman Abraham Waksman en su laboratorio. Foto: Roger Higgins New York World/Telegram Sun.

Hay bajezas enormes en la historia de la ciencia, pero pocas como la de Selman Waksman, el infame científico que robó un premio Nobel a su discípulo Albert Schatz, este último reconocido con el tiempo como el verdadero y justo descubridor de la estreptomicina.

Nacido como Selman Abraham Waksman en la aldea Nova Pryluka,​ 35 km al noroeste de Vinnytsia y 220 km al suroeste de Kíev, el 22 de julio de 1888, en 1910 se fue a Estados Unidos, donde matriculó en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), para estudiar Agricultura. Luego se doctoró en Bioquímica en la Universidad de California.

EL PRIMER Y BUEN CAMINO DEL INFAME

En 1916, nacionalizado estadounidense, volvió a la Universidad Rutgers, para dirigir el Departamento de Microbiología, donde estudió cómo patógenos, como el de la tuberculosis, eran destruidos en el suelo y descubrió que ciertos microorganismos eran los causantes, entre ellos una bacteria a la que denominó Streptomyces griseus.

El primer antibiótico que descubrió Waksman fue la actinomicina, que inicialmente no se pudo utilizar por su alta toxicidad. Y hasta ahí todo iba bien, pero después Albert Schatz entra en escena, para hacer su posgrado en Microbiología con Waksman. El alumno resultó aventajado y entre ambos fluyó el trabajo.

Y se enfocaron principalmente en la investigación y desarrollo de los antibióticos, el primero de los cuales, la penicilina G o bencilpenicilina, fue descubierto por Alexander Fleming en 1928, y por ello ganó el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1945 junto a Ernst Chain y Howard Florey, creadores de un método para producirla en masa.

Waksman y Schatz en el laboratorio de la Universidad Rutgers, 1943.

LA INFAMIA Y EL ROBO DEL NOBEL A SU DISCÍPULO

En 1943 Schatz descubrió la estreptomicina, el segundo antibiótico útil en la Historia de la humanidad y Waksman, utilizando su prestigio como microbiólogo, publicó un artículo atribuyéndose el descubrimiento. No contento con eso, el infame científico se dedicó a negar constantemente la genialidad de su alumno de posgrado y durante años disfrutó del rédito de las patentes del descubrimiento.

Albert Schatz no quedó de brazos cruzados y lo demandó. Llegaron a un acuerdo que reconocía a Schatz como codescubridor y le concedía parte de los derechos económicos de la patente.

A pesar de todo lo que ya el mundo sabía, en 1952 la Academia Sueca otorgó el premio Nobel de Medicina y Fisiología a Waksman en solitario por “sus estudios ingeniosos, sistemáticos y exitosos de los microorganismos del suelo, que llevaron al descubrimiento de la estreptomicina”, rebajando e ignorando a Schatz como un asistente segundón.

EL ALUMNO MERECEDOR DEL NOBEL

Albert Schatz trabajando en su laboratorio, 1960.

Albert Schatz vivió 82 años; del 2 de febrero de 1922 al 17 de enero de 2005; y  tomó el peligroso trabajo de buscar un antibiótico contra la tuberculosis. Trabajó solo en el laboratorio en un sótano en la Universidad de Rutgers y el 19 de octubre de 1943 aisló dos cepas de actinobacteria, que detenían el crecimiento de bacterias resistentes a la penicilina.

Al acreditarse el descubrimiento de la Estreptomicina su supervisor (Waksman); por el que  recibiría el premio Nobel; Schatz rechazó la infamia e inició el juicio en 1950 contra el ladrón de méritos, reclamando su reconocimiento como descubridor del fármaco y parte de las regalías de sus patentes. Consiguió algo de sus demandas.

Y cuando faltaban días para cumplir 83 años, Schatz falleció víctima de un cáncer pancreático en Filadelfia, luego de ser reconocido con múltiples premios a lo largo de su fructífera carrera. Su único pesar, fue que la fundación Nobel nunca reconoció el error al de no otorgarle, o siquiera incluirle en la entrega, del premio que le fue escamoteado.