
Colaboración de Cosset Lazo Pérez y Pietro Sánchez Quesada
Desde cualquier criterio, postura política o simple razonamiento personal que se tenga, no hay dudas de que Angela Merkel y Vladímir Putin ya son parte de la historia de Alemania, Rusia, Europa y el mundo. Algunas características autoritarias los emparentan políticamente en el juego democrático, aunque a simple vista la comparación resulte paradójica, e incluso ilógica.
Ambos líderes tienen en común su personalidad fuerte, su búsqueda de gobierno estable desde la mayoría aplastante y para ello la alianza temporal y/o permanente con partidos o agrupaciones y la neutralización de discursos alternativos a sus políticas incluso desde la apropiación.
También confluyen en los dos el pulso firme ante lo que consideran adecuado para la marcha de sus Estados y la consecución con ello de sus objetivos, anulando la capacidad de respuesta u oposición; cada uno desde su propia perspectiva o forma; con lo que han logrado estabilizar sus economías, crecimiento y mejoras sociales y mayor peso mundial.
Luego de ocupar titulares durante 15 años de gobierno, el anuncio de Merkel de que no será candidata por la Unión Demócrata Cristiana (UCD) de Alemania a las elecciones de septiembre aún repercute. Mientras que, por otro lado, Putin se afianza en el poder y puede mantenerse en la presidencia de la Federación Rusa hasta 2033 por ley.

MERKEL
El control del Bundestag (Parlamento alemán) por parte del gobierno ha sido una constante en el mandato de Merkel como canciller. La única oposición real ha sido el partido Die Linke, primero, y Alternativa para Alemania (AfD). Ambas agrupaciones políticas sin evidente peso para frenar las decisiones de la dama.
Y referíamos el refuerzo de la política consensual, acompañada de la neutralización de los discursos alternativos. En una de sus tendencias autoritarias, Merkel se apropió de buena parte del discurso socialdemócrata al buscar el acercamiento a los sindicatos, la reducción de la edad de jubilación para ciertos sectores y otros temas de índole social.
Con una popularidad que oscila entre 70 y 75%, según encuestas, es obvio el respaldo de una Alemania que, de acuerdo con muchos expertos, es hoy la “locomotora” económica de Europa, y uno de las primeras del mundo. Eso, sin olvidar su mano dura apostando por políticas de austeridad y disciplina, y su desdén callado al férreo patriarcado imperante.
Y en cuanto a la Unión Europea (UE) se la considera la líder de facto del bloque, secundando los pasos de la expremier del Reino Unido Margaret Thatcher, como presidente del G8 y el Consejo Europeo. Merkel lideró la firma del Tratado de Lisboa en 2009, por el que la UE modificó sus bases fundacionales, órganos de gestión y funcionamiento.
A raíz de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus en 2020, los cambios en el bloque comunitario han tenido un nombre preponderante, repetido desde el manejo de la “Gran Recesión” en 2008, cuando impuso su política doméstica, de austeridad y disciplina, en la UE. Varios países se quejaron por el tinte autoritario de tales medidas, pero…

DESPUÉS DE MERKEL SE ESCRIBIRÁ OTRA HISTORIA
La no presentación de la Canciller como candidata por la UCD a los próximos comicios alemanes podría marcar un rumbo diferente en la política internacional del país. Y es que se prevé un giro no solo por su salida, sino porque su partido quizás no esté en el mejor momento para enamorar al voto popular.
Para nadie es un secreto que la canciller alemana – considerada una de las principales figuras políticas de Europa en las últimas décadas- ha tenido en sus manos las riendas del Parlamento, en primer lugar, por la preponderancia de su partido, y en segundo, por las alianzas realizadas a conveniencia.
Merkel, de 67 años, se doctoró en Física en la Universidad de Leipzig y quizás en aquel momento ni imaginó que hoy sería reconocida como una de las mujeres más poderosas del mundo. Ha hecho historia no solo en Alemania, sino en la Unión Europea por lo cual se le recordará, y su figura será estudiada desde diferentes campos del conocimiento.

PUTIN
Vladímir Vladímirovich Putin, presidente de la Federación Rusa por primera vez (de forma interina) en 1999, continúa en el Kremlin de Moscú, lo que lo convierte en el más longevo en el cargo desde la desaparición de la URSS, con un intermedio de cuatro años como Primer Ministro de su protegido Dmitri Médvedev.
Putin comenzó en la política rusa tras pertenecer al KGB soviético (predecesor del FSB, Servicio Federal de Seguridad), en la administración del presidente Borís Yeltsin con un meteórico ascenso hasta que en agosto de 1998 encabezó el Gobierno y al dimitir Yeltsin en 1999, por la Constitución rusa, se convirtió en presidente interino.
Ganó las elecciones del 2000 con 52,94 % de votos y lideró altos índices de crecimiento económico, incremento del 72 % en el PIB y gran disminución de la pobreza, por lo que ganó amplio apoyo popular y la reelección en 2004 con 71,31%. En 2012 y 2018 fue elegido nuevamente, siempre con cifras cercanas al 70%.
Y su plataforma política, los partidos Nuestro Hogar Rusia, Unidad, y Rusia Unida, han garantizado a Putin su permanencia. Podría haber reformado la Constitución en 2008 sin problema, pues Rusia Unida era mayoría absoluta en el Parlamento. Pero prefirió cumplir las formalidades democráticas, y poner a Médvedev a “cuidarle el cargo”.
POLÍTICAS, AUTORITARISMO Y DEMOCRACIA
Vladislav Surkov, considerado ideólogo de la era Putin, definió el concepto de “democracia soberana” aplicado a Rusia y amigos como oponentes lo asumen o critican así. La idea es que la política del presidente debe contar con apoyo de la mayoría como líder de la nación y tal apoyo constituye el principio fundamental de una sociedad democrática.
Los críticos del concepto señalan al sistema como autoritario. Masha Lipman, de la Fundación Carnegie, dice que “es una invención que transmite dos mensajes: que el régimen ruso es democrático y que esta afirmación debe ser aceptada”, por lo que intentar verificarlo sería considerado hostil e “intromisión en los asuntos internos de Rusia”.
Y en la presidencia de Médvedev fue explícita la bicefalia con Putin. El primero no pudo hacer nada sin la venia del segundo, pero gracias a ello, sortearon la crisis mundial de 2008. Gracias al fondo de estabilización fruto de las superganancias por venta de gas y petróleo y políticas correctas, evitaron el impacto en la población y el peligro de una explosión social.
No se permitió la quiebra de bancos, se intervino en la Bolsa, y el gobierno compró acciones de las principales empresas en peligro, más tarde revendidas con ganancias. Y aunque la caída económica fue grande, la recuperación fue mucho más rápida que en otros países.

PUTIN, PATEANDO EL TABLERO MUNDIAL Y DEMOCRACIA A SU ESTILO
Putin lideró las guerras de Chechenia, envió tropas y apoyo a su aliado sirio Bashar Al-Assad, vendió armas al gobierno de Maduro en Venezuela y retomó las relaciones con Cuba. También creó alianzas estratégicas con China e Irán, pasos con los que insertó a Rusia en el concierto de potencias mundiales.
Tras la caída de la URSS y la preponderancia de Estados Unidos como potencia ganadora de la “Guerra Fría”, priorizó el crecimiento ruso para relanzar al país a la arena internacional, aplicando fuera las mismas políticas que en la Federación: sumar adeptos, aliarse a conveniencia, disminuir presiones y acallar por la fuerza oposiciones.
Su última jugada fue la ocupación de Crimea en 2014 tras los disturbios y guerra civil en Ucrania. Propició un referéndum en el que 93% (según cifras oficiales) de los ciudadanos de Crimea optaron por la secesión de Ucrania y unirse a Rusia. El acto fue condenado por la mayor parte de la comunidad internacional y supuso sanciones de la UE.
Sin dudas la política de Putin es pragmática y más allá de tensiones por los planes de un escudo nuclear en Europa; considerado amenaza para su seguridad; y por causa de los derechos humanos, Vladímir Vladímirovich mantiene con puño de hierro la casa en orden (en la que ya reformó la Constitución para poder seguir hasta 2033), con aprobación de los rusos y lo demás… le importa un rábano.