Entre el 6 y el 9 de agosto se conmemoran los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Aunque devastadores, no fueron los peores sufridos por Japón antes de rendirse. Esa categoría le cabe a la tormenta de fuego que sufrió Tokio meses antes, cuando se armaban “Fat Man” y “Little Boy” (las bombas atómicas).
Detrás de cada acción de guerra hay un estratega, una cabeza pensante a quien dar el crédito o a quien culpar si las cosas van mal. En este caso, se trató del General Curtis Emerson LeMay, jefe del XXI Comando de Bombarderos que operaba desde bases en Guam, Tinian y Saipán, atacando continuamente las ciudades japonesas.

Tras evaluar sus incursiones, LeMay descubrió que los bombardeos a gran altitud eran ineficaces en Japón, sobre todo por las malas condiciones del clima. Las defensas aéreas japonesas impidieron bombardeos diurnos a baja y media altitud, por lo que LeMay ordenó que atacaran por la noche con bombas incendiarias.
Poniendo en práctica las tácticas creadas por los británicos sobre Alemania, el grupo aéreo bombardeó Japón, donde el material de construcción predominante era la madera. Las bombas incendiarias fueron más efectivas, creando tormentas de fuego que redujeron vecindarios enteros.
OPERATION MEETINGHOUSE, LA TORMENTA DE FUEGO
Posteriormente, entre el 9 y el 10 de marzo, el 21° Comando de Bombarderos lanzó 325 bombarderos pesados Boeing B-29 Superfortalezas en la llamada Operación Meetinghouse contra los 35 barrios de Tokio, la capital del imperio japonés y su urbe más poblada.
Según un análisis de Nova Barcelona “llegaron a Tokio a las 12:08 del 10 de marzo. El clima era despejado con visibilidad de 10 millas (16 kilómetros). El objetivo fue un rectángulo de 4.8 × 6.4 km en el cuadrante noroeste de la ciudad. Más de un millón de personas vivían allí. Era uno de los centros de población más densos de la Tierra”.
“Volando a altitudes de 5,000 a 7,000 pies (1,524–2,134 m), lanzaron sus cargas de siete toneladas. Cuando las bombas de racimo cayeron, se rompieron y las 38 AN-M69 de 6 libras (2.7 kg) se esparcieron. Iban llenas de napalm y se encendieron con fósforo blanco. Mil quinientas diez toneladas métricas de bombas incendiarias cayeron en la sección noreste de Tokio”.
“Y fue entonces que se generó la “Tormenta de fuego” por la enorme cantidad de incendios. El fuego quemó el oxígeno del área y creó un vacío violentamente ocupado por el aire circundante, creando una inmensa corriente de aire que arrastró fuego y escombros, aumentando el daño”, afirma el autor, especialista en Historia Aeronáutica.

MUERTE Y TORMENTA ANTES DE HIROSHIMA Y NAGASAKI
La cifra de víctimas del bombardeo superó a la de Hiroshima, Nagasaki, Hamburgo o Dresde. Se recuperaron 79.466 cuerpos. Luego de la guerra, se estimó que 87.793 personas habían muerto y 40.918 resultaron heridas, según la Fuerza Aérea de EE.UU. Se manejan otros números más horripilantes.
Afirma Nova Barcelona en un artículo dedicado al tema que “según organismos independientes, basados en la densidad de población del área bombardeada y el efecto del fuego, las cifras de muertos oscilan entre 150.000 y 300.000, contando las muchísimas víctimas de días posteriores que no sobrevivieron a las heridas y quemaduras”.
Entonces, los 300.000 muertos de Hiroshima y Nagasaki de los bombardeos atómicos son los más recordados. Pero el ataque total durante meses a ciudades japonesas con bombas incendiarias, para el caso igual de mortíferas; causó 1.500.000 muertos. Esto es prácticamente ignorado.

RESUMEN DE FUEGO, TORMENTA Y MUERTE
Los bombardeos sobre Tokio y otras 70 ciudades japonesas se mantuvieron hasta la rendición del imperio en agosto del 45. Tales tácticas, a pesar de su brutalidad, fueron respaldadas por los presidentes Roosevelt y luego Truman, como forma de destruir la industria de guerra y conquistar Japón sin invadirlo.
Había una lista confeccionada de más de 80 ciudades aún intactas esperando turno para ser bombardeadas. A ese ritmo, se calcula que la cifra de 300.000 muertos de Hiroshima y Nagasaki juntos se hubiera superado en apenas tres semanas más de guerra con tal campaña de ataques. Y Le May tenía planes de extenderla por meses.