El periodista norteamericano Stephen Bonsal; ganador del Premio Pulitzer de Historia de 1945; dijo una vez: “El millón que las damas de La Habana dieron a St. Simon para pagar a las tropas, puede en verdad ser considerado como los cimientos del edificio sobre el cual que se erigió la independencia norteamericana”.

¿A qué millón se refería Bonsal y por qué lo calificaba como cimientos de la independencia de las 13 Colonias? Es una historia poco conocida y, lamentablemente, soslayada u olvidada. Tiene que ver con las alianzas y turbulencias de la época de la Revolución norteamericana, en la que Francia y España apoyaron a los insurrectos contra Inglaterra.

El catedrático cubano Eduardo Torres-Cuevas escribió el ensayo “Cuba y la Independencia de Estados Unidos: una ayuda olvidada”, que ilustra la ayuda brindada por la entonces colonia española de Cuba a la liberación de los Estados Unidos. Conociéndola, no cabe la menor duda de que Bonsal lleva toda la razón en lo que se apuntó al inicio.

APOYO LOGÍSTICO

1762 fue una fecha crucial para Cuba. La toma de La Habana por los ingleses, además de humillar el orgullo del monarca Carlos III lo convenció de reforzar sus ejércitos en América y, al estallar la revolución en las colonias inglesas, de prestarles toda la ayuda para debilitar a su enconado rival.

De España, teniendo como punto logístico La Habana, salió asistencia en dinero, vituallas, armas y medicinas, así como un comercio constante con las Colonias. Resalta en esa época y tales empeños Juan de Miralles, comerciante de origen español, afincado en la capital cubana, y gran partidario de la causa norteamericana.

Miralles fue el primer representante español ante los rebeldes. Logró que España atenuase o suprimiese restricciones de su monopolio comercial en beneficio de los rebeldes, que una escuadra norteamericana con rumbo a Francia, se carenara, artillara y abasteciera en el Arsenal de La Habana y que los corsarios norteamericanos se refugiaban en el puerto.

BATALLONES Y JEFES CUBANOS EN LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA

Ya en 1775, criollos cubanos y batallones de pardos y morenos libres fueron hacia el sur de las colonias, donde combatieron en toda la cuenca del Mississippi, más allá de Baton Rouge y Mobile, participando en el sitio de Pensacola, donde destacó otro de los protagonistas de la ayuda cubana a la independencia de Estados Unidos: Juan Manuel Cajigal y Monserrate, nacido en Santiago de Cuba.

En Pensacola, tras una férrea defensa inglesa Cajigal fue el primero en entrar por la brecha en el asalto decisivo lo que, junto a otras acciones le mereció el ascenso a Teniente General. Tuvo el honor reservado a pocos invitados extranjeros de asistir, en 1799, a las exequias fúnebres del Padre de la Patria estadounidense en su casa.

Fragmento de un cuadro del U.S. Army Center for Military History, que representa el combate en que Juan Manuel de Cajigal, al frente de los granaderos españoles y los milicianos de La Habana toman Fort George.

LAS HORAS MÁS DIFÍCILES

Y volvemos a Stephen Bonsal para ilustrar el tiempo más duro para la libertad de las 13 Colonias. “Cuando llegó la hora cero de la Revolución, Washington se halló a sí mismo en una gran encrucijada. El espíritu de combate de las tropas estaba cercano al amotinamiento, y ninguno de los hombres de los estados norteños quería ser enviado al sur”, relata Bonsal.

Poco antes de la batalla de Yorktown, decisiva para la libertad, las arcas de la Revolución independentista estaban vacías. Había malestar en las tropas, a punto de desmoralizarse, porque hacía tiempo que no cobraban sus salarios. El almirante De Grasse ordenó al oficial Henri de Saint-Simon, que zarpara rumbo a La Habana, y contactara con Francisco de Miranda, joven venezolano ayudante personal de Juan Manuel de Cajigal, entonces gobernador de Cuba.

A De Grasse se le esperaba para bloquear a los ingleses la Bahía de Chesapeake, mientras que las tropas de Washington lucharían en tierra. Pero Saint-Simon no halló en La Habana ayuda oficial, pues el gobernador no podía disponer de tal suma, a pesar del estado de guerra y la ayuda constante a los rebeldes.  

Batalla de Chesapeake
Batalla de Chesapeake. La flota francesa de De Grasse impide que la británica rompa el bloqueo.

EL APOYO DEL MILLÓN

Y entraron en escena damas de La Habana y Matanzas que hicieron colectas de dinero, subastaron objetos de valor y donaron joyas hasta alcanzar la colosal suma de un millón doscientas mil libras tornesas, moneda de plata acuñada en Tours, al centro de Francia, y de usual circulación en la época.

Saint-Simon cargó en su fragata Aigrette el preciado cargamento en La Habana y Matanzas, y puso proa a Virginia. Afirma Torres-Cuevas que “para soportar el peso de la plata, fue necesario reforzar los pisos de la casa cuartel de Yorktown, donde se depositaron las monedas para pagar a los soldados: 800,000 libras para los franceses y 400,000 para los de Washington”.

Entonces el dinero cubano hizo posible la batalla de Yorktown y la derrota del general Cornwallis el 19 de octubre de 1781, sellando de manera brillante la independencia de lo que, a partir de entonces, serían los Estados Unidos de América. Sin desmedro a los próceres que lo forjaron en batalla, el empeño de las damas cubanas dio el envión final para el surgimiento de la nueva nación.