«WINONA RYDER, GARY OLDMAN», foto de FICG.mx, CC BY 2.0

Las historias de vampiros llaman la atención de millones de personas que -aunque terminan mordiéndose los dedos por el pavor que despiertan dichos monstruos- encuentran en ellos un atractivo a veces inexplicable. Quizás el rey de la seducción vampírica sea Drácula, un chupasangre de alcurnia al cual el actor británico Gary Oldman concedió incuestionable erotismo.

Más allá de la leyenda y del personaje creado por Bram Stoker, la cinta dirigida por Francis Ford Coppola y estrenada en 1992 presenta la historia de un hombre apasionado por el recuerdo de su amada fallecida, y a la vez sediento de sangre.

Pese a que los argumentos están esbozados a partir del libro de Stoker, el guionista de la cinta, James V. Hart, ahonda en los recuerdos de un legendario príncipe e intrépido guerrero, conocido por su crueldad en el campo de batalla, pero con un corazón capaz de cultivar el amor y cuyo enojo con Dios desencadenó su inmortalidad.

Y es que el hilo conductor de la película no solo está sustentado por el personaje malévolo, sino que desnuda los sentimientos y deseos que puede sentir un muerto viviente. El camino al corazón de Mina (vivo retrato de su esposa muerta) está marcado por un singular juego de seducción que despierta en el espectador cierta simpatía por el romance.

Las dudas de Drácula sobre si convertir o no a Mina al vampirismo evidencian una muestra de humanidad en alguien -o, mejor dicho- en algo que supuestamente no ha de sentir nada por nadie. Las miradas, los gestos y los pocos contactos físicos entre la joven y el vampiro convierten la historia de terror en un relato erótico. 

DRÁCULA, UN ROMANCE PROHIBIDO

Más allá de la historia que narra el largometraje, la selección de los actores principales resalta como uno de los grandes aciertos. Así, el show de virtuosismo y talento ofrecido por Oldman hace nulas las posibilidades de pensar en otro en la piel Drácula para el filme.

Por su interpretación en Drácula, de Bran Stoker, el protagonista de La Letra Escarlata y Hunter Killer ganó el Premio Saturn al Mejor Actor, galardones entregados por la Academia de Ciencia Ficción, Fantasía y Películas de terror desde 1972.

Clasificada también como una peli de horror, la cinta fue protagonizada además por Winona Ryder (Mina Murray), Keanu Reeves (Jonathan Harker) y Antony Hopkins (Profesor Abraham van Helsing).

Tal fue su éxito después del estreno que en la 65.ª ceremonia de entrega de los Premios Óscar obtuvo tres lauros en las categorías a Mejor diseño de vestuario para Eiko Ishioka, Mejor edición de sonido para Tom C. McCarthy y David E. Stone y Mejor Maquillaje para Greg Cannom, Michèle Burke y Matthew W. Mungle.

Pese al triunfo taquillero de Drácula, de Bran Stoker y de la buena acogida que tuvo por la crítica internacional, el largometraje fue blanco de algunos señalamientos, entre ellos por la interpretación del joven Reeve, aunque otros afirman que su rol estuvo en total consonancia con el personaje del libro.

EL CLÁSICO DRÁCULA, DE BRAM STOKER

Algunas personas hablan de Drácula sin conocer el significado de su nombre, que -para nada- está ligado al vampirismo. Dracul, que en rumano significa “el Dragón” fue una orden dedicaba a detener el avance de los turcos otomanos en Europa.

De esta manera, las historias sobre el príncipe Vlad (que pertenecía a la Orden del Dragón) lo convirtieron en el gobernante medieval más conocido de las tierras rumanas de hace siglos hasta llegar a las páginas del escritor y novelista irlandés.

Publicado en 1897, su novela destaca como el primer libro en hacer una conexión entre Drácula y el vampirismo al tomar historias de los chupasangres del folclore rumano reflejados en un artículo de Emily Gerard sobre las supersticiones transilvanas.

Asimismo, Stoker investigó acerca de la historia medieval de Valaquia estudiando varios materiales. De la información que pudo recopilar -unido a los relatos existentes sobre Vlad el Empalador- nació el personaje de Drácula, devenido el arquetipo de vampiro occidental por excelencia.

Escrita de manera epistolar, la novela profundiza además en el rol de la mujer en la época victoriana, pondera el papel de la ciencia y la superstición, y se abre a la comprensión del erotismo y la sexualidad, quizás de una manera muy poco ortodoxa.

HISTORIAS SOBRE EL PRÍNCIPE VLAD

La novela de Stoker tiene implícita la figura Vlad III de Valaquia, conocido además como Vlad el Empalador por la horrenda penitencia con la cual castigada a sus enemigos. Sin embargo, aunque algunos aspectos del personaje remiten al príncipe, el libro Drácula no tiene relación histórica con su vida.

Vlad gobernó Valaquia entre 1456 y 1462 y de acuerdo con criterios de investigadores se considera uno de los gobernantes más importantes de la historia de dicho principado y héroe nacional de Rumanía.

Luego de perder a su padre y a su hermano mayor, batalló por el trono que le habían arrebatado los húngaros. Primero con apoyo de los otomanos y después con el visto bueno de los propios húngaros luchó por la reconquista de Valaquia hasta lograrla hacia 1456 después de dar muerte al príncipe Vladislao II.

Sobre su muerte mucho se habla. Para algunos Vlad perdió la vida en una batalla, en tanto, otros piensan que fue capturado por los turcos tras un combate. También se comenta sobre un supuesto rescate pagado por uno de sus hijos y del posterior traslado del guerrero a Nápoles.

Lo cierto es que una gran parte de la tradición folclórica rumana lo describe como un líder justo y fuerte que restableció el orden en tierras rumanas y las defendió de las amenazas del Imperio otomano.

No es sorprendente que -a partir de la figura de Vlad III- Stoker diera vida a uno de los personajes más fascinantes de la literatura de horror. Tampoco asombra que el genio de Coppola haya enriquecido en el cine las epístolas del escritor irlandés salpimentándolas con un toque de erotismo.