
Imagen: «Plaza de la Revolución, Santiago de Cuba» by wgauthier is licensed under CC BY-SA 2.0
Uno de los mitos mejor orquestados por el poder político y económico en Cuba luego de 1959 es haberse autodefinido como la revolución por antonomasia de la izquierda occidental en el siglo XX.
Los dirigentes e ideólogos que tomaron el control del país a partir del 1959 querían meternos en la cabeza la idea de que en Cuba se construía una “revolución”, y no que se instauraba un sistema.
La palabra “sistema” en Cuba, como pasa increíblemente con la palabra ciudadano, dispara cierta alarma como de cosa que es mejor no escuchar.
Para los que no son cubanos: si usted camina por una calle y escucha a un policía llamarle ciudadano, automáticamente le invade la preocupación de que será requerido por la autoridad policial bajo sospecha de alguna violación.
Con la palabra sistema pasa algo parecido. Mientras en Cuba existe una “revolución”, en todos, o casi todos los demás países del orbe, existe un sistema. Y ese sistema es, mayoritariamente en el mundo, pero sobre todo en el hemisferio occidental, el sistema capitalista.
Así nos ha adoctrinado a los cubanos la propaganda del Partido Comunista de Cuba (PCC) con su control totalitario sobre los medios de difusión masiva.
Ese argumento clave ha sido convenientemente asumido por sectores llamados de izquierda que presentan a Cuba como el escenario donde transcurre una revolución a la que “poderosas fuerzas externas” (ver concepto de Revolución de Fidel Castro), fundamentalmente, le han hecho imposible terminar de concretarse en el sistema superior que la ideología comunista ha anunciado sin éxito por casi doscientos años.
Y esa “izquierda” que se alía, más o menos consciente, con los intereses del poder en Cuba, tal vez está ignorando par de cosas.
Una de sus probables ignorancias es que hay un número cada vez mayor de cubanos nacidos luego del 1959, que nunca han experimentado las condiciones naturales de transformaciones profundas con las que se identifica a una revolución.
Sencillamente, la inmensa mayoría de cubanos han nacido bajo un sistema que no les satisface necesidades básicas, frente a una clase conservadora de sus privilegios, retardataria y reaccionaria, y que ni siquiera en lo simbólico hoy representa las causas progresistas del mundo actual.
Lo otro que esa izquierda podría ignorar es el número creciente de cubanos para los que el imperio americano no es la hegemonía sufrida en carne propia. Y no es que no lo sea a nivel internacional.
Pero el control hegemónico que impide a los cubanos, por ejemplo, crear un partido socialista con un programa político de izquierda en favor de amplios sectores desfavorecidos, lo impone el regente PCC.
De igual manera, el poder totalitario ha impedido a los cubanos desarrollar programas económicos alternativos que habrían resultado efectivos frente las condiciones del bloqueo/embargo norteamericano.
Ese mismo PCC, en complicidad con cierta “izquierda” internacional, nos quiere convencer de que en Cuba existe una revolución que en realidad es un sistema; o para ser más preciso, una dictadura.