Controlar la pandemia del nuevo coronavirus con acceso equitativo a vacunas requiere compromiso e inversión urgente y a gran escala. Hoy 172 países negocian sobre su posible participación en el COVAX, iniciativa mundial para colaborar con los fabricantes de vacunas, que lleve a ese acceso a vacunas seguras y eficaces, tras su licencia y autorización. Estamos ante la nueva inmunopolítica mundial, donde las vacunas pudieran venir acompañadas de presiones políticas.
El COVAX tiene la mayor y más diversa cartera de vacunas contra la COVID‑19 del mundo, con nueve candidatas y otras nueve en evaluación. Aunque no son todas, pues hay algunas que en las que se trabaja por fuera del esquema y no tienen el reconocimiento de la OMS o las farmacéuticas, sí es el mecanismo de referencia actual.
El programa está codirigido por la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI), la Alianza para las Vacunas (Gavi) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto a fabricantes de vacunas de países desarrollados y en desarrollo.
El éxito del Mecanismo no depende solo de que los países se sumen, sino también de que se resuelvan esquemas de financiación, para investigación y desarrollo y para apoyar la participación en el COVAX de las economías de menores ingresos y aquí es donde reside la mayor complicación.
FINANCIAMIENTO, INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
Actualmente el COVAX es la única iniciativa mundial conjunta que aúna a gobiernos con fabricantes para garantizar que las vacunas contra la COVID‑19 estén disponibles en todo el mundo para todos los países, de altos o menores ingresos. Facilita, en teoría, el desarrollo de los candidatos vacunales hasta su aprobación.
Disponer de las suficientes y eficaces vacunas es hoy necesidad de primer orden para cualquier país. Los efectos del COVID – 19 siguen siendo letales; no solo por la mortalidad que crece; sino por la paralización de ramas enteras de la economía. No poder inmunizar a su población con suficiente celeridad y eficacia, puede redundar en catástrofes.
La ventaja mayor en esta encrucijada de la Humanidad la tienen los países que cuentan con mayor y mejor infraestructura, con multinacionales farmacéuticas e institutos de investigación con amplia experiencia en el desarrollo de medicamentos paliatorios o vacunas que puedan detener la pandemia.
Basta mirar el listado de las vacunas aprobadas, percatarse de que predominan las economías “fuertes” y se mira con recelo a las chinas, la ya probada rusa Spunitk V y ni qué decir de la Abdala, vacuna cubana cuyas pruebas arrojaron 92,28% de eficacia contra el virus. Esto es ni más ni menos que la continuidad de la geopolítica a nivel microbiológico.
EL PINCHAZO DE LA INFLUENCIA
Y es que la cuestión no es solo contar con una vacuna eficaz, sino con los recursos suficientes para producirla, las vías para aplicarla y la posibilidad de ingresar al mercado; a través del COVAX; para proporcionarla a los interesados y/o necesitados. Aquí también determina la fortaleza económica.
Los países con mayor poder económico, tienen el chance de desarrollar y financiar la producción y distribución de las vacunas, de “insertar” las suyas en el mercado y el mecanismo de distribución, lo que conlleva a mayor poderío e influencia. Los negocios también vienen de la mano del virus, pues este pasará y lo conseguido, permanecerá.
Suministrar millones de dosis a un país que no produce vacunas o que no tiene capacidad de equiparar la producción de estas en las potencias farmacéuticas, aumenta el desequilibrio geopolítico porque, siempre por detrás del “altruismo y la ayuda”, fluctúan los intereses de todas las partes.
Mientras más “ayuda contra la COVID – 19” ingrese desde las potencias productoras, mayor será su influencia en el futuro post pandemia de los países receptores. Hoy Rusia y China han elevado su presencia en América Latina e incluso en varios países europeos, a través del suministro de vacunas.
LA INMUNOPOLÍTICA MUNDIAL
Participar o no del Mecanismo COVAX, tomar un camino diferente hacia la inmunización de la población es una decisión más que todo, política. Es un riesgo presente grande que, al mismo tiempo, garantiza un nivel de independencia mirando a futuro. Es innegable que el mundo no será el mismo cuando la pandemia acabe.
De eso se percata el observador menos agudo, si quiere verlo. Las vacunas son hoy el émbolo silencioso de presión para conseguir determinados objetivos, al mismo tiempo que garantía de acuerdos beneficiosos, aunque muy probablemente no para ambas partes. En esa presión, en arrancar por la “ayuda” beneficios, reside la inmunopolítica actual.
“El acceso en pie de igualdad a una vacuna contra la COVID‑19 es la clave para vencer al virus y allanar el camino hacia la recuperación de la pandemia”, dijo Stefan Löfven, primer ministro de Suecia. “No puede ser una carrera en la que solo ganen unos pocos y el Mecanismo COVAX es un componente importante de la solución”.
Veremos, tras el paso de la pandemia, cómo están en realidad los equilibrios del mundo. Muchas cosas saldrán a la luz o simplemente quedarán como consecuencia de un tiempo atípico, con atípicas soluciones y negociaciones. La COVID – 19 y las vacunas contra ella son el elemento de presión.
Richard Hatchett, Director General de la CEPI afirmó: “Solo si adoptamos una visión global podremos proteger de los terribles efectos de esta enfermedad a los que mayor riesgo corren. Las decisiones que se tomen ahora sobre las vacunas pueden cambiar nuestro futuro. Debemos ser valientes y ambiciosos en la búsqueda de una solución multilateral”.
Esa “solución multilateral” es la que falta por ver, pero más que todo, habrá que esperar sus efectos a largo plazo, que para muchos, quizás sean tan o más nocivos que la propia pandemia. Viviremos, veremos.