Orondas y coloridas, las cholitas resisten el paso del tiempo para coronarse entre lo más alto de la cultura de Bolivia y así resguardar tradiciones que las convierten en símbolo identitario del país suramericano.

Caminan La Paz con sayas anchisimas de casi seis metros. Estas pueden ser de tejidos muy sencillos y también ostentosas, de encajes y cintas, en dependencia del nivel adquisitivo de la dama.

Las polleras -nombre original de esas faldas- protegen a las mujeres de las bajas temperaturas que reinan casi todo el año en la urbe paceña, mientras que en otros territorios bolivianos se usan más cortas por el calor.

A los ojos de los visitantes podrían parecer personajes emanados de un cuento, sin embargo, son más que reales y andan por las calles, trabajan y aman con sus ropas coloridas y largas trenzas negras.

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Pero no solo la pollera las caracteriza, sino que entre sus atuendos tradicionales también reinan chales de lana y alpaca, a veces más sencillos o de muchos colores con bordados impresionantes.  

Y quizás lo más curioso y simpático de su vestuario sea el bombín: sombrero de copa alta sobre sus cabezas que pareciera no enterarse del ajetreo diario de las damas pues apenas se mueve.

No por ser el último el aguayo es la pieza menos importante. Para sus labores cotidianas -y hasta para trasladar a sus wawas (niños)- las cholitas lo llevan siempre. Se trata de una especie de manta artesanal que cumple la función de mochila y cargador.

EN DEFENSA DE LA TRADICIÓN

Pese a que miles de bolivianas visten la moda occidental, en el altiplano son muchas las mujeres que usan atuendos tradicionales sobre todo después de contraer nupcias, y en ello no incide la posición económica que tengan, sino el arraigo a la cultura.

Esa vestimenta tan típica -especialmente la pollera- tiene su génesis en el período de colonización, cuando las patronas europeas impusieron a las sirvientas usar esas sayas. Luego se fue transformando y tomó matices de la cultura aymara y quechua.

En representación de la mujer boliviana indígena, las cholitas ocupan un espacio importante en la sociedad y hasta desfilan por pasarelas nacionales en defensa de su historia, no obstante, otras obvian las delicadezas de la moda y prefieren los combates cuerpo a cuerpo en un ring.

Amas de casa, vendedoras ambulantes, profesionales o luchadoras, sobresalen como uno de los atractivos más grandes de Bolivia. Por tal motivo, casi ningún visitante puede ignorar los encantos de esas “mamitas”.