Una secuela más de la ineficiencia económica y el bandazo constante de 62 años, es la pérdida de la producción azucarera en Cuba. Una industria casi icónica de la Isla por 400 años se destrozó en un santiamén ¿Tuvo algo que ver el bloqueo norteamericano a Cuba con ese desastre?
La industria azucarera era una potencia en proceso, pero después de 1959 entró en estado de inercia hasta que no se invirtió más en ella. Toda industria lleva inversiones y modernización constantes que no se hicieron. Con esta realidad por años y la mala gestión mercantil, producir el azúcar se volvió más caro que comprarla.
Y en la última zafra la producción fue menor que la que había hace más de un siglo. La industria podría recuperarse, tratándose de un país con tanta tradición en ella. Necesitarían cientos de millones y muchos años, pero en un mundo donde otros actores productivos ocuparon su lugar. Lo mismo está pasando con la industria eléctrica y otras y no por el bloqueo norteamericano a Cuba.

DESMADRES NADA DULCES Y BLOQUEO NORTEAMERICANO A CUBA
Con la revolución triunfante, comenzó el proceso de nacionalizaciones totales, incluyendo los centrales azucareros. Aproximadamente el 30% eran de empresas norteamericanas que de la noche a la mañana perdieron sus inversiones en tierras y maquinaria. Una de las reclamaciones pendientes al gobierno cubano es esa.
Pero; ¿tienen esos reclamos algo que ver con la desactualización y desguace de la industria azucarera? Más arriba se acotó la desinversión paulatina en el sector, producto de la mala gestión y la inoperancia en el desarrollo. A pesar del subsidio constante de la URSS y el campo socialista, los centrales siguieron moliendo con la tecnología de antes del 59.
Eso motivó que Fidel Castro (según relató a Ignacio Ramonet en entrevista de la que surgió un libro) tomara la drástica decisión de paralizar primero y luego desguazar la industria. Revisando los planes de la zafra, se percató de “que acabarían las reservas de combustible y al final con la caída de los precios del azúcar el balance sería catastrófico”.
“De inmediato llamé al ministro de azúcar y le ordené parar enseguida. De ahí surgió la planificación del cierre de aquellos centrales menos eficientes y productivos”, afirmó Fidel. La sentencia de muerte de todo un sector productivo, por cuatro siglos el puntal económico de la Isla, se le había ocurrido al único que podía pensar en Cuba. Otro de sus desastres.

PRECIOS, MERCADO, AZÚCAR Y ESTUPIDEZ.
Tras varios años de ese desastre, el economista Juan Triana Cordoví dijo: “Cada mañana al revisar el comportamiento del precio del azúcar en aumento me entristezco al pensar que no se oyeron nuestras recomendaciones de no cerrar”.
“Con solo estimar el crecimiento de la economía china y que si sus millones de ciudadanos al mejorar ingresos se tomaran una taza de té más o consumiera otro líquido con azúcar hoy podríamos tener ingresos fabulosos. No se nos escuchó ¿Pero a quién carajo escuchaba Fidel? Era él y nada más que él, afirma el doctor en Economía, colaborador de OnCuba.
Héctor Rafael Benítez González, se cataloga como “un guajiro del Batey del Central Tacajó en Báguano, Holguín”, ahora residente fuera de Cuba. “Yo fui parte de ese proceso de la Tarea Álvaro Reynoso I y II, y de eso me arrepentiré toda la vida. Tenía fe ciega en el sistema. Como a muchos nos lavaron el cerebro y fuimos adoctrinados”.
“La decisión de esta barbaridad fue del único que tomaba decisiones en Cuba: Fidel Castro”, enfatiza Héctor. Recuerda que para eso nombró a un hombre de su máxima confianza: el general de división Ulises Rosales del Toro que había hecho la reorganización de las Fuerzas Armadas con las Tareas Alejandro I y II.
Recuerda Héctor que “los centrales azucareros estaban en situación deplorable por la falta de inversiones. Aun cuando se decía que el MINAZ era la locomotora económica, es lo peor que puede pasar, porque se convierte en el monedero del Gobierno. Generas recursos que usan todos y no puedes reinvertir en ti mismo”.
La falta de caña para moler, el “período especial” (crisis de los 90) y las erróneas políticas económicas destruyeron lo que quedaba del campo cubano. Los rendimientos agrícolas estaban por debajo de 15 mil arrobas (375 toneladas) por caballería (38,64 hectáreas). Y en eso tampoco tuvo nada que ver el bloqueo norteamericano a Cuba.

CENTRALES, INDUSTRIA Y LAS PEORES DECISIONES
A principios de 2000, Luis Inacio “Lula” da Silva; presidente de Brasil; viajó a Cuba y propuso algo que habría salvado al MINAZ: invertir millones de dólares en reactivar industria y campo, para producir etanol (Brasil es uno de los mayores exportadores de Etanol y sus zafras azucareras son en período distinto del año por la latitud).
Era negocio para Brasil que Cuba mantuviera etanol en el mercado, garantizando abastecimiento todo el año. Fidel rechazó la oferta, incluso criticó duramente a Lula por querer convertir alimentos en alcohol. Resultado: hoy Cuba no tiene ni etanol, ni caña, ni centrales y una producción mínima que apenas da para pagar deudas acumuladas.
Con la muerte de la industria llegó el desastre: cierre de centrales, muerte de pueblos enteros, la emigración, se mandó a estudiar a personas desempleadas por política. Todo para evitar que las estadísticas de desempleo rompieran récords mundiales, pues el MINAZ empleaba cerca de medio millón de personas, porcentaje altísimo.
Se gastaron miles de millones de pesos en salarios sin respaldo productivo, se prometieron nuevas fábricas para asegurar empleo. Se dijo que se garantizarían servicios al pueblo (acueducto, electricidad, telefonía, transporte, etc.) pero casi nada se cumplió. Solo se buscó evitar posibles manifestaciones en desacuerdo con lo hecho.
Héctor dice acongojado: “los que vivimos en un central sabemos que eso lo hacía: mantener su batey”. Toda responsabilidad pasó a los gobiernos locales, sin recursos para nada. “Salir del batey a las ciudades, a un hospital, se convirtió en una odisea, hoy hay pueblos casi fantasmas como Guatemala, Nicaragua, etc. Nunca pagaremos el daño cometido”.

IRRESPONSABILIDADES E IDIOTECES, NO BLOQUEO
Para que cualquier industria sea rentable debe renovarse, invertir en su maquinaria y, de ser necesario, reconvertir sus propósitos. Solo así garantiza su permanencia en el tiempo y el mercado. Cuba dependió por siglos de su producción azucarera y su mayor mercado fue Estados Unidos. La cuota de compra norteamericana se perdió con las nacionalizaciones.
Y la Isla cambió de mercado pero no de perfil productivo. Pasó de ser monoproductora y monoexportadora de azúcar a Estados Unidos a serlo de la URSS y el campo socialista, de quienes recibía incluso mejores precios e incluso subsidios. Nadie se preocupó por modernizarla o diversificarla adecuadamente.
A pesar de ser productora de cartón de bagazo, alcoholes, melazas e incluso generadora de electricidad, fue suficiente la “estimación” de Fidel Castro de que mantenerla llevaría al país al desastre, para que desapareciera. Los precios del azúcar en el mercado mundial y la desaparición de la URSS y el mercado socialista jugaron otro papel.
Y del bloqueo norteamericano a Cuba se acordaron entonces solo para volver a culpar al vecino por la pérdida de clientes a los que venderles la producción azucarera, manteniendo la tozudez de Castro de ignorar otras posibilidades de gestión e inversión en la agroindustria. La mencionada propuesta de Lula da Silva es uno de los ejemplos más claros.

NO ES EL BLOQUEO NORTEAMERICANO A CUBA, ES LA INEFICIENCIA.
El ingeniero Edén Yanes cuenta: “Cuba tiene un sistema muy malo de manejo de empresas, las cuentas están centralizadas en los ministerios y las ganancias del año van a la cuenta central. A fines de año se aprueba un presupuesto de gastos para el siguiente que cada año es menor. Es menos mantenimiento y ni pensar en investigación y desarrollo (I+D)”.
Refiere Yanes que “los japoneses tienen un sistema de mantenimiento preventivo, cambian las piezas antes de que se rompan calculado desde el día que se planifica la industria, Alemania dedica hasta el 50% a I+D. Estuve en conferencias de empresarios alemanes que decían que a veces no sabían que hacer con el dinero que ganaban para ser más eficientes”.
Entonces, no fue el bloqueo norteamericano a Cuba el culpable de la desaparición de su industria azucarera, o los bajos precios del azúcar en el mercado mundial, sino; como en tantos otros sectores; la ineficiencia económica, la desinversión, la desidia y más que todo, el capricho de un caudillo omnipotente, cuya voluntad no podía ser discutida.