
No se puede andar con medias tintas, la evacuación de Kabul es el plan más incoherente del ejército norteamericano en los últimos 200 años. Se pueden interponer todas las atenuantes geopolíticas que se deseen. Pero es necesario entender que no es el movimiento de tropas y ocupaciones de puntos estratégicos en la región lo que está en debate, sino una operación puntual de evacuación de civiles. Biden no tiene más justificación para este desastre humanitario que el manido discurso de culpar a la administración anterior.
El rostro de Biden es la imagen del descrédito y la desorientación mundial generada por la caótica estampida de afganos hacia el aeropuerto Hamid Karzai. En apenas dos semanas no quedó en Afganistán lugar para donde correr, los servicios de inteligencia fallaron (o dieron esa idea), el ejército afgano huyó y lo que se llamaba “gobierno”, se puso a salvo donde pudo llevando con ellos los millones recaudados en corrupción.
Con una actitud que intenta infundir tranquilidad, un anciano incongruente, trata de calmar las acusaciones en forma de entrevista que lanza la prensa en Washington. El avispero se desató con el doble atentado perpetrado el pasado jueves en las puertas de ingreso al aeropuerto. Estados Unidos paga en este atentado con al menos 13 muertos, mientras que otros 18 efectivos resultaron heridos, por lo que el número de fallecidos norteamericanos podría aumentar en las próximas horas.

ISIS al ataque
Las escalofriantes imágenes de más de 60 muertos afganos recorren las redes. Se observan en difusos videos salidos inmediatamente tras los ataques de ISIS a mujeres, niños y hombres, mezclados con un centenar de heridos entre ellos talibanes que brindaban apoyo para la evacuación. El único lugar donde existía esperanza de sobrevivir es ahora una ratonera a merced de ataques suicidas.
“Haremos que paguen” es la frase más dura que pudo emitir Biden sobre el doble atentado. Estados Unidos y el Talibán fueron golpeados por un enemigo común, la filial del Estado Islámico en centro Asia. El Talibán por su parte comenzó la cacería de miembros y simpatizantes de ISIS, no por vengar americanos, sino para recordarles que el único terrorismo válido es el de ellos.
El mundo pasa del shock al cuestionamiento. Si España, Italia, Francia, Australia, Alemania y Canadá terminaron entre ayer y hoy las operaciones de evacuación ¿Por qué Estados Unidos permanece en el lugar? ¿Acaso Biden quiere sostenerse hasta el 31 de agosto cueste lo que cueste? Si ya Estados Unidos ha evacuado 58 700 personas, casi el triple del número previsto hace un mes ¿Por qué seguir?
Una sola orden de Biden pondría en el aire al ejército norteamericano en cuestión de horas. Pero la falta de planificación dejaría sobre el terreno y con difícil ubicación a 1500 ciudadanos estadounidenses y 250 mil afganos elegibles para visados por relación familiar o por servicios prestados en los 20 años de presencia militar norteamericana en el país asiático.
Biden pagará caro
Es materialmente imposible recoger a todos los ciudadanos norteamericanos y afganos elegibles hasta el 31 de este mes; muestra que los Talibanes cogieron a los americanos con los pantalones abajo. Ahora los soldados se aglomeran en un estrecho pedazo de tierra con la única ventaja de tener una pista aérea. Estados Unidos queda hoy sólo en Afganistán, paradójicamente el único resguardo de los uniformados es la protección del Talibán.
El padre del soldado Kareen Nikoui fue categórico sobre lo ocurrido: “Mandaron a mi hijo a hacer el trabajo burocrático y tenían a los talibanes brindando seguridad afuera. Culpo a mis propios líderes militares… Biden le dio la espalda. Es la verdad”. Esta sensación de abandono de las tropas por parte del Comandante en Jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos, se generaliza en la población.
Los servicios de inteligencia advierten sobre nuevos atentados contra el aeropuerto de Kabul.
El costo político de la falta de planificación, el no escuchar las alertas de los generales Austin Scott Miller, responsable de la misión hasta julio pasado y del general Kenneth McKenzie al frente de las fuerzas desde entonces, quienes vaticinaron el caos que vendría con la retirada, les podría costar la mayoría en el Congreso a los demócratas e incluso tambalear las elecciones presidenciales.
De plano, la popularidad de Biden cayó del 55% al 41%. El electorado olvida rápido, pero siempre las películas le hacen recordar. Como Bengasi demolió a Hillari, la película del desastre de Kabul caerá sobre la cabeza del anciano presidente y su administración. Donald Trump y sectores republicanos se afilan los dientes, de ahora en adelante todo debe ser perfecto en la gestión demócrata si desean amortiguar este golpe. Pero hay un viejo precepto político que solo unos pocos entendidos manejan: “Cuando el mal es de cagar no valen guayabas verdes”.